Los tentáculos de Angelici

El fútbol, la Justicia, las apuestas, la política. Por esos campos, se extienden desde las sombras los brazos de Daniel “el Tano” Angelici. Aunque su actividad pública quedó marcada por su rol como presidente del club Boca Juniors, el radical de las filas de Enrique “Coti” Nosiglia ha sabido moverse para operar judicialmente y castigar a quienes osaron investigarlo.

Se suele decir que la venganza es un plato que se sirve frío. Sin embargo, esa frase, que alude al nombre de un western italiano de 1971, está incompleta: solo unos pocos tienen el poder de servir ese plato frío y, a veces, la posibilidad de hacerlo hace que sus potenciales comensales se paralicen del miedo. Quien puede explicar cómo se siente ese tipo de temor es el ignoto juez de instrucción Manuel De Campos. 

Corría 2017. El magistrado porteño ingresa a las corridas en su juzgado, escoltado por un guardaespaldas. No quiere saber nada con la prensa, ni en on, ni en off. Alguien de su equipo lo socorre y, en función de exégeta, explica: en ese momento, De Campos se encontraba arrinconado en el Consejo de la Magistratura de la Ciudad. Nadie en su despacho preguntaba qué pasaba, todos lo sabían.  

En 2013, De Campos se había topado por casualidad con la trama de venta de carnets de socios por medio del Departamento de Socios de Boca Juniors, que llevaba a cabo una parte de la barra xeneize. Había sido mientras recibía las escuchas de los teléfonos de los presuntos asesinos de Ernesto Cirino, en cuyo crimen habían estado involucrados integrantes de una de las facciones de La 12. Cuando empezó a tirar de la cuerda, De Campos se encontró, en síntesis, con una serie de líneas de investigación que conducían siempre al club de la Ribera: la venta de carnets a nombre de personas que no sabían que tenían uno, el mapa de los integrantes de la barra y sus negocios, la complicidad y el rol encubridor de un sector de la Policía Federal, los movimientos de dinero, las cuevas financieras de La 12, las conexiones con el poder político y la responsabilidad de la cúpula dirigencial boquense. Ahí fue cuando el juez comprendió que debía citar a alguien que se movía como pez en el agua en el universo judicial, que a la vez era amigo del entonces jefe de Gobierno porteño y aspirante a presidente Mauricio Macri, que a la vez tenía negocios diversos en plena expansión, que a la vez era presidente de Boca. Léase, Daniel “El Tano” Angelici. 

Cuando se dispuso que Angelici declarase por primera vez ante la Justicia, ya había sido detenido Carlos Mechetti, acusado de facilitar desde el Departamento de Socios el negocio de la barra con los carnets. En ese momento, los defensores de Angelici, a quien la mayoría conocía por su rol en el club ignorando que era el centro de un abrumador entramado de poder, señalaban que el abogado radical era víctima; mientras que sus detractores indicaban que era cómplice. En calidad de testigo, De Campos lo mantuvo declarando durante ocho horas el 4 de junio de 2013. Podía saberlo o no, pero el juez había cruzado la línea, y “El Tano” no iba a permitir que se convirtiera en un precedente. 

A partir de ahí, todo ocurrió como suele suceder en el mundo judicial. En silencio, y bajo cálculo milimétrico. El juez De Campos fue desplazado, en 2015, por la Cámara de Apelaciones, en una causa que se había hecho demasiado grande para él, bajo la acusación de que se había extralimitado en sus funciones. Cuarenta y siete días después, el expediente recaló en su colega Facundo Cubas, quien rápidamente declaró la nulidad de la investigación. Pero no terminaba ahí. Ya con Macri en la Casa Rosada, y Angelici no solo habiendo renovado su mandato en Boca sino como flamante vicepresidente segundo del Colegio de Abogados de la Ciudad, se activó un juicio político contra De Campos mientras promediaba 2017. Ya sin responsabilidad sobre la causa y frente a la posibilidad de contar todo ante la ciudadanía, el juez se refugió en el silencio. Al fin y al cabo, su osadía le había costado demasiado cara y no había servido para nada. 

El poder y su sintaxis

De hijo de un obrero italiano que llegó después de la Segunda Guerra Mundial a un importante actor en la industria del azar e inversiones tan diversas como fructíferas; factor aglutinante de radicales —y no solo de correligionarios— con vocación de poder, que se salieron de las anquilosadas estructuras partidarias; sinuoso operador judicial y, también, (ex) presidente de uno de los clubes más importantes del continente. En apenas tres décadas, a pesar de ser insistentemente subestimado, “El Tano” Angelici amasó un considerable volumen de poder.

En incontables ocasiones, tal vez obnubilados por recortes rápidos y superficiales de la prensa, se anunció la caída de Angelici, quien sin embargo a lo largo de los años ha aprendido a surfear las olas de alta y baja exposición. Pero si algo conoce el exdirigente boquense es el arte de no descuidar. Tiene reglas implícitas, que van desde no cerrar nunca una mesa de diálogo que aún tiene algo para darle hasta la constante ubicación de sus alfiles en la raviolera del poder. 

Este segundo aspecto lo lleva a poner un huevo en cada canasta. “El Tano” sabe que toda arquitectura de poder se compone de forma gradual, y no a los manotazos. Dos nombres poco conocidos sintetizan y exponen sus movimientos a lo largo de estos años. Martín Ocampo y Juan Sebastián De Stéfano. El primero se recibió de abogado, muchos dicen que apoyado económicamente por Angelici durante sus años universitarios, y fue una de las puntas de lanza del binguero luego de la alianza con el PRO en 2004. Ocampo fue luego presidente de la Legislatura porteña, fiscal general de la Ciudad y ministro de Seguridad durante la primera gestión de Horacio Rodríguez Larreta. Fue eyectado en 2018 tras el fallido operativo de seguridad por el que se suspendió la revancha de la final de la Libertadores entre River y Boca. Cosas que pasan.  Una pastillita: durante el lapso en que fue Fiscal General porteño, Ocampo designó a la actual jueza federal María Eugenia Capucchetti como titular de la Dirección de la Oficina de Enlace con Organismos Oficiales del Ministerio Público Fiscal de la Ciudad. El vínculo fue tal que ambos coordinaron el libro Falsedades documentales de la colección “Derecho penal”, editada por Astrea. Desde 2019, Ocampo, con un perfil bajísimo ahora, volvió a ocupar una banca en la Legislatura, como parte del bloque que se identifica con la conducción radical de Martín Lousteau y el entenado de Enrique “Coti” Nosiglia, Emiliano Yacobitti. 

El caso de De Stéfano es diferente. Suele destacarse por una particularidad: como si fuese una caja china, es “el operador del operador”, o sea de Angelici. De Stéfano es un todo terreno. Después de sus sucesivos pasos por el Consejo de la Magistratura, Angelici lo situó en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) bajo la conducción de Gustavo Arribas y Silvia Majdalani. Al “Petiso”, como lo apodan, le concedieron la Secretaría de Asuntos Jurídicos de la AFI, que servía de enlace con el fuero federal, donde se tramitan todas las causas de corrupción. Usufructuando su cargo y poco atento a los rastros que podía dejar, en 2018, visitó al juez Luis Carzoglio para interesarse por la detención de Pablo Moyano. En 2021, se lo comenzó a investigar por su rol en lo que se conoce públicamente como la “Gestapo sindical”, en contra de Juan Pablo “Pata” Medina, secretario general de la UOCRA de La Plata. Ya en plan de reubicación post 2019, fue designado por Rodríguez Larreta como uno de los directivos de Subterráneos de Buenos Aires Sociedad del Estado (SBASE).

Con la derrota de Macri a nivel nacional y la victoria de Jorge Amor Ameal y Juan Román Riquelme en Boca en desmedro del candidato angelicista, se repitió, por enésima vez, el error de diagnosticar la implosión del angelicismo.

Sin embargo, Angelici está en la de siempre. Tras presentar su línea de vinos, Cupra, en honor a la ciudad italiana de origen paterno, apoya, con su línea radical porteña, la precandidatura a jefe de Gobierno porteño de Lousteau, otea el momento oportuno para intervenir en la interna porteña del PRO y en la de Boca a un año de las elecciones en el club, le levantó el pulgar al abogado Carlos Matterson en su deseo de renovar su silla en el Consejo de la Magistratura nacional, celebra que uno de los suyos, Roberto Requejo, haya sido designado como el primer juez electoral de la Ciudad, sonríe ante la apertura del Casino Hotel en Pinamar, y varios etcéteras más. 

Ya sin tanta ostentación ni exposición como en la era en que recibía a presidentes extranjeros en Boca o le cedía un lugar preferencial al supremo Ricardo Lorenzetti en la Bombonera para que viera gustoso el Superclásico, quizá lo que nadie sabe es que en todo este tiempo volvió a aplicar su truco de antaño. ¿Cuál? El de andar silencioso por las sombras de una forma que casi nadie consigue.  

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Julian Maradeo

Julián Maradeo
(General Madariaga, 1981) es licenciado en Periodismo y Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Plata. Sus investigaciones fueron publicadas en Página/12, Tiempo Argentino, Le Monde Diplomatique, Público (España), Infobae, Chequeado, Diario AR y las revistas Crisis, Anfibia y Noticias, entre otros medios.
Es autor de los libros "La DEA en Argentina. Una historia criminal"; "La derecha católica. De la contrarrevolución a Francisco: pedofilia, ocultamiento y política La trama detrás de los abusos y delitos sexuales en la Iglesia Católica"; "Fake News. Cómo se fabrican en la Argentina y en el mundo." Y coautor de "El Tano, quién es Daniel Angelici" y "Radiografía de la corrupción PRO" (ambos con Ignacio Damiani).